La violencia de género no se vive igual para todas las mujeres. Para aquellas que tienen una discapacidad, los riesgos se multiplican y las barreras para pedir ayuda también. Sin embargo, existe una figura clave —a menudo desconocida o infravalorada— que puede marcar la diferencia: la asistencia personal.
Una herramienta de empoderamiento… y de protección
La asistencia personal no es solo un servicio de apoyo para la vida diaria. Es una herramienta de autonomía que permite a las mujeres con discapacidad decidir cómo, cuándo y con quién realizar sus actividades cotidianas. Además, rompe muchos de los factores que aumentan la vulnerabilidad que puedan sufrir:
- Les permite permanecer en su entorno, superar barreras físicas y de comunicación y acceder a recursos de información y apoyo.
- Reduce la dependencia de cuidadores informales, disminuyendo el miedo a quedarse sin apoyos si deciden denunciar.
- Facilita el acceso a educación y empleo, incrementando independencia económica y red social.
- Les ayuda a usar las TIC para conocer sus derechos y recursos disponibles.
- Fomenta la autodeterminación y el control sobre su propio proyecto de vida.
Detectar lo que no siempre se ve
La asistencia personal es también una herramienta de detección precoz. El/la asistente personal, por su proximidad, puede identificar señales de alerta: miedo a la pareja, control excesivo de horarios, renuncia a actividades que le gustaban, minimización de quejas o problemas, cambios de carácter, signos físicos de agresión o negligencia, entre otros.
Es importante que no hay que presionar para denunciar ni juzgar las decisiones de la mujer. La escucha activa, el respeto a sus ritmos y la empatía son esenciales. En caso de maltrato evidente hay obligación legal de notificar; en caso de sospecha, se debe consultar con recursos especializados sin revelar datos personales hasta tener instrucciones claras.
Actitudes que salvan
El/la asistente personal puede mostrar actitudes de apoyo muy concretas:
- Escuchar sin interrumpir y sin culpabilizar.
- Mostrar comprensión y condena clara de la violencia.
- Ajustar horarios o tareas para facilitar que la mujer pueda acudir a recursos de ayuda o evitar situaciones de riesgo.
- Respetar siempre la confidencialidad y el secreto profesional.
Perspectiva de género en la asistencia personal
Integrar la perspectiva de género es imprescindible en cualquier intervención: analizar diferencias entre mujeres y hombres, evitar lenguaje sexista, fomentar la corresponsabilidad de cuidados y empoderar a las mujeres. Para los/as asistentes personales, esto significa reconocer que el trabajo con mujeres supone un paso hacia su emancipación y que su papel es acompañarlas, no sustituir su toma de decisiones.
No hablamos de cuidados, hablamos de derechos
Confundir asistencia personal con cuidados es uno de los errores más frecuentes. El/la asistente personal no supervisa ni impone; acompaña, respetando siempre las decisiones de la persona. En contextos de violencia, esto puede ser determinante para que una mujer recupere la confianza en sí misma y dé pasos hacia una vida libre de violencia.
Hacia un sistema que proteja de verdad
En Castilla y León, la Ley 1/2003, de 3 de marzo, de Igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres y la Ley 13/2010, de 9 de diciembre, contra la violencia de género establecen medidas de protección integral, pero su eficacia depende de que lleguen a todas las mujeres, incluidas las que tienen discapacidad. IMPULSA IGUALDAD Castilla y León aboga por un modelo en red, coordinado y accesible, donde la asistencia personal se considere un recurso prioritario de prevención.
Prevenir la violencia no es solo cuestión de campañas: es garantizar apoyos reales que cambien las condiciones de vida. La asistencia personal lo hace. Y lo hace desde la libertad.